Estas ganas de vos preguntan por ti. Les respondo que te veo en la tarde. Entonces mis ganas de vos dan un salto mortal. Un ataque de alegrÃa las baña. Mis ganas de llamarte son más comunicátivas y marcan tu número telefónico. Te saludan y te dicen que mis ganas de vos escribieron en el aire, en un salto mortal sin presedente: "Me gustas".
10:12
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17:03
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Entramos al turco. Ella iba con un vestido de baño insinuante. Yo con una pantaloneta de baño narigona. El vapor me hinchaba las mejillas. Pero el deseo ardÃa más bajo la piel. Asà que ni sentÃa el vapor.
- Creo que serÃamos buenos amantes, dije.
- ¿Por qué lo dices?
- Bueno, hemos sido sinceros. Hacemos lo que queremos. No serÃamos mojigatos. Nos permitirÃamos la perversión sin torturas.
- Puede ser. Pero como que está caliente el turco.
- No me parece, pero si quiere salimos a la otra sala, la de menos vapor.
- Si, es mejor.
Nos sentamos. Haberme atrevido me excitó. No querÃa esconder lo que sentÃa. Estaba erecto. Incomodaba estar asà frente a ella. Era peor que estar desnudo. En el turco habÃa poca gente. Me senté con los pies abiertos con todo el pecado eréctil. Ella miró de reojo.
- Está como tarde, dijo ella.
- Si, pero tarde ¿para qué?
- No sé.
- Lo que pasa es que estas asustada. Te gusta el riesgo y no te gusta admitirlo. Odias a los hombres que se pasan de atentos. Te aburre una relación sin tención. Aunque buscas compromiso quieres asegurarte vértigo. Si te casas conseguirás un amante porque el marido te es suficiente. Eres insaciable. Lo sabes.
- Para. No es justo que me digas esas cosas. Además estoy enamorada. Sabes como soy enamorada. Él tiene automóvil. Me lleva al trabajo. Es cordial. Me llama y salimos juntos. Pero aún no se atreve a nada. Pero quiero con él.
- Ehhh… bueno… me alegra… pero…
- ¡Hasta ahÃ!
- Fresca, era solo un beso. Eso me calma la erección.
16:55
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Ante la ventana maldigo tu nombre
porque no puedo alzar la bocina del teléfono
e invitarte a mi lecho.
Hacer las ganas de ti posibles.
Quedarnos desnudos
esta madrugada de verano.
Mirarte a los ojos de cerca.
Pero no,
no estas,
no estarás.
No habrá lecho
ni madrugada ni labios.
Solo esta ventana con un pedazo de cielo.
En el cielo suelto mis señales.
Escribo con nube la palabra milagro.
Todo es posible.
Pero maldigo tu nombre.
Tu puto nombre.
Me falta putamente.
porque no puedo alzar la bocina del teléfono
e invitarte a mi lecho.
Hacer las ganas de ti posibles.
Quedarnos desnudos
esta madrugada de verano.
Mirarte a los ojos de cerca.
Pero no,
no estas,
no estarás.
No habrá lecho
ni madrugada ni labios.
Solo esta ventana con un pedazo de cielo.
En el cielo suelto mis señales.
Escribo con nube la palabra milagro.
Todo es posible.
Pero maldigo tu nombre.
Tu puto nombre.
Me falta putamente.
16:15
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Asumà el adiós. No tuve miedo a perderla. SabÃa que yo era más importante que lo que sentÃa. Se fue. Volvà a casa. Esa tarde no dormÃ. Me hacÃa falta pero no querÃa demostrarle que la extrañaba. Escribà su nombre en un papelito y lo enterré en la huerta casera para arrancarme el deseo y no anhelarla.
Luego me llamó y hablamos. Quedamos en vernos. Me dijo que yo nunca habÃa intentado darle un beso. Que mi problema era decir las cosas. Dejarle todo a las palabras. Que la tenÃa endiosada. Que ella era una mujer que querÃa acción. AgradecÃa el cortejo pero faltaba riesgo. Intenté besarla. Ella retrocedió. Me dijo que ese era mi gran problema. Esperaba a que me dijeran las cosas para poderlas hacer. Necesitaba plastilina para llegar a ella. Me sentà de 14 años. Le dije que no la iba a tocar. Que no tenÃa miedo a quedarme solo. Que la querÃa pero podÃa prescindir de ella. Que el problema de ella era la prisa. Querer controlarlo todo. Manipular al hombre. TemÃa enamorarse porque perdÃa la estabilidad laboral. Y si no la habÃa besado era porque ella me importaba más que los besos. Que sÃ, estaba dispuesto a penetrarla, a chuparle la pasión. Pero sino encontraba el momento indicado no iba a forzar las cosas. Ella me dijo que los dos querÃamos pero no coincidÃamos. Acepté.
Nos abrazamos. Ella me dijo que se habÃa sentido bien a mi lado. Yo le dije que ya no querÃa nada con ella. Ella sonrió y afirmó que serÃa su futuro novio en tres años. SonreÃ. Me sentà más lento de lo normal. Caminamos. Al despedirnos ella intentó besarme. Le dije no y le di un beso en la mejilla. TenÃa que demostrarle que asà me gustara podÃa decirle no a sus labios de helado de chocolate derretido. Ella me abrazó. Me dijo adiós. Le dije que la querÃa mucho. Ella me dijo también. Pero sabÃamos que ninguno iba a buscar el otro. Que la oportunidad habÃa pasado de largo.
Luego me llamó y hablamos. Quedamos en vernos. Me dijo que yo nunca habÃa intentado darle un beso. Que mi problema era decir las cosas. Dejarle todo a las palabras. Que la tenÃa endiosada. Que ella era una mujer que querÃa acción. AgradecÃa el cortejo pero faltaba riesgo. Intenté besarla. Ella retrocedió. Me dijo que ese era mi gran problema. Esperaba a que me dijeran las cosas para poderlas hacer. Necesitaba plastilina para llegar a ella. Me sentà de 14 años. Le dije que no la iba a tocar. Que no tenÃa miedo a quedarme solo. Que la querÃa pero podÃa prescindir de ella. Que el problema de ella era la prisa. Querer controlarlo todo. Manipular al hombre. TemÃa enamorarse porque perdÃa la estabilidad laboral. Y si no la habÃa besado era porque ella me importaba más que los besos. Que sÃ, estaba dispuesto a penetrarla, a chuparle la pasión. Pero sino encontraba el momento indicado no iba a forzar las cosas. Ella me dijo que los dos querÃamos pero no coincidÃamos. Acepté.
Nos abrazamos. Ella me dijo que se habÃa sentido bien a mi lado. Yo le dije que ya no querÃa nada con ella. Ella sonrió y afirmó que serÃa su futuro novio en tres años. SonreÃ. Me sentà más lento de lo normal. Caminamos. Al despedirnos ella intentó besarme. Le dije no y le di un beso en la mejilla. TenÃa que demostrarle que asà me gustara podÃa decirle no a sus labios de helado de chocolate derretido. Ella me abrazó. Me dijo adiós. Le dije que la querÃa mucho. Ella me dijo también. Pero sabÃamos que ninguno iba a buscar el otro. Que la oportunidad habÃa pasado de largo.
14:48
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La loción potencia la desconfianza en sà mismo porque se huele para el otro. Por pretender que somos un olor que no nos pertenece olemos a desinfectante, a superficie, a lo que no somos.
Gusta oler bien para denotar limpieza. Nos bañamos para parecer buenos cristianos. Utilizamos el aseo y el olor artificial para ocultar las malas intenciones. Fabricamos una aureola olfativa para rechazar el olor del vagabundo que huele a no me hable de frente y no me importa su historia.
Hice un experimento. QuerÃa saber si mi olor era agradable a las mujeres. No me bañé un sábado. Tuve un sueño húmedo en la madrugada del domingo y no me limpié. Salà fermentado de casa a las cinco de la tarde. Me senté a tomar un café. Del azar una mujer me contó de sus dÃas oscuros en la adolescencia. Me despedÃ. A pocos metros escuché mi nombre. Una ex-novia me invitó a salir. QuerÃa que nos viéramos uno de estos dÃas por si de pronto pasaba lo que querÃamos. Inventé una excusa. QuerÃa irme a casa. Tomé una moto-taxi. Ese dÃa comprobé que el olor propio es más efectivo que el efecto Axe.
El sacerdote huele a escalera de bambú y sopa de fideos con espinaca. El adolescente a aceite quemado, sangre coagulada y reggaetón a alto volumen. La profesora recién graduada de la universidad a sedal rizos obedientes anti frizz y colonia de rosas. La oficinista a helado de ron con pasas derretido. La colegiala a hierba húmeda y romero. La ama de casa a detergente y eucalipto.
Por oler bien se nos olvidó oler. Estamos confundidos porque olemos a todo menos a individuos. Tememos al propio olor. Disgusta sabernos mamÃferos. Acumulamos toxinas y feromonas porque es más saludable taponarse los poros con lociones. Educamos el olfato para el olvido.
Pero basta con llevarse la mano a la nariz. Aspirar. Aspirar. Huele a animal de sol, a individualidad, a naranja, a papá, a hombre primario, a dÃa de no baño, a cuarto oscuro, a pino podado, a sombrero volteado, a conversación de Ãntimos y a niño que mira el cielo desde el copo de un árbol.
11:07
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No hay un mes especÃfico ni un lugar adecuado para escribir poesÃa. Aunque preferirÃa escribir un buen verso en el cuerpo desnudo de una mujer con anteojos. Una mujer con anteojos cuando se desnuda siente más de lo que ve por su deficiencia visual. Por eso se ensueña mientras se tatúa palabras en su piel. Por ejemplo, escribir bajo sus senos, con el dedo Ãndice, el siguiente verso: "No bastará la noche para tocarte". Luego besar el verso y hacer el poema toda la noche.
8:01
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¿Qué siente uno mechudo? Me hice esa pregunta a los 15 años. Pero el cabello llegaba a un punto donde peinarse era un error, se hinchaba.
Asociaba el conocimiento a un dejamiento del aspecto. Véase un poeta que se nombre poeta o cualquiera que se incline al campo humanÃstico. Abunda la barba, el cabello y el humo. Ejemplo, los griegos y los personajes de la biblia.
Ahora, la era de la idiotez, ha delegado una importancia desmedida al cabello. La publicidad se ha dedicado a vender la imagen de mujeres y hombres con cabellos sanos. Cuando son más sanos más sanos: el vecino con las entradas prominentes y la coronilla despejada, la señora que vende comida chatarra con el cabello atado con una pañoleta y el niño con el cabello amarilloso; ellos no son anoréxicos. La moda es ser un esqueleto con una cuenta bancaria nutrida.
Fui el mismo triste pero con cabello largo. En la universidad éramos mechudos e insoportables. CreÃmos en el cabello como un paso a la madurez. Equivocados o no, querÃamos sentir el deber a desobedecer.
Como buen provinciano mechudo empecé a fumar, consumir droga y alcohol, vestirme de negro y escuchar Pink Floyd, Pearl Jam, Nirvana, The Rolling Stones, David Bowie, Led Zeppelin…
Fui una afirmación del error en una época que se dejó lavar el cerebro con los proyectos de vida y la educación para el empleo. Una época donde hay que crecer más rápido. Cuando sea grande quiero tener un corte de cabello a la moda y trabajar mucho para morirme más ligero.
Luego, me corté el cabello y empecé a cuidarme. Porque, mientras tuve el cabello largo y me creà intelectual, me desagradaba mi imagen. El cabello no quita ni da nada. Descubrà eso cuando fui una melancolÃa de cabello largo que probó todas las marcas de cigarrillos.
Un exmechudo y prontamente calvo, siente que puede ser individuo con o sin cabello. Aunque me gusto más con cabello que con novia.
Pero la vida es un teatro. Representamos en determinados momentos muchos hombres hasta que nos quedamos con el menos pretencioso, el más natural. El cabello, entonces, no importa.
Asociaba el conocimiento a un dejamiento del aspecto. Véase un poeta que se nombre poeta o cualquiera que se incline al campo humanÃstico. Abunda la barba, el cabello y el humo. Ejemplo, los griegos y los personajes de la biblia.
Ahora, la era de la idiotez, ha delegado una importancia desmedida al cabello. La publicidad se ha dedicado a vender la imagen de mujeres y hombres con cabellos sanos. Cuando son más sanos más sanos: el vecino con las entradas prominentes y la coronilla despejada, la señora que vende comida chatarra con el cabello atado con una pañoleta y el niño con el cabello amarilloso; ellos no son anoréxicos. La moda es ser un esqueleto con una cuenta bancaria nutrida.
Fui el mismo triste pero con cabello largo. En la universidad éramos mechudos e insoportables. CreÃmos en el cabello como un paso a la madurez. Equivocados o no, querÃamos sentir el deber a desobedecer.
Como buen provinciano mechudo empecé a fumar, consumir droga y alcohol, vestirme de negro y escuchar Pink Floyd, Pearl Jam, Nirvana, The Rolling Stones, David Bowie, Led Zeppelin…
Fui una afirmación del error en una época que se dejó lavar el cerebro con los proyectos de vida y la educación para el empleo. Una época donde hay que crecer más rápido. Cuando sea grande quiero tener un corte de cabello a la moda y trabajar mucho para morirme más ligero.
Luego, me corté el cabello y empecé a cuidarme. Porque, mientras tuve el cabello largo y me creà intelectual, me desagradaba mi imagen. El cabello no quita ni da nada. Descubrà eso cuando fui una melancolÃa de cabello largo que probó todas las marcas de cigarrillos.
Un exmechudo y prontamente calvo, siente que puede ser individuo con o sin cabello. Aunque me gusto más con cabello que con novia.
Pero la vida es un teatro. Representamos en determinados momentos muchos hombres hasta que nos quedamos con el menos pretencioso, el más natural. El cabello, entonces, no importa.